tu trabajo es una bendicion

Texto: San Marcos 1:16-20

El tema de hoy hace referencia a la opinión que tiene Dios del trabajo. Comenzaremos con uno de los ejemplos más significativos que fue en base al llamamiento de Pedro (Lucas 5:1-11 y Mateo 4:18-20).

Si leemos el relato veremos que Jesús llamó a los pescadores para que le siguieran. Y en ese llamado su oficio sería transformado en pos de las personas. En ese momento, Pedro tuvo una revelación divina y entendió que Jesús no era un simple hombre, sino que era el enviado de Dios y sin dudarlo, dejándolo todo, le siguió.

A partir de ese momento, Pedro ya no tenía puesta la mirada en los peces, sino en las personas. Y es justamente lo que nos ha ocurrido a nosotros también: ya nuestro trabajo no es solamente para recibir el sustento sino que ahora lo ponemos al servicio del Señor.

Y si bien, no todos dejaremos nuestros oficios para ser apóstoles del Señor, como en el caso de Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, es importante que nos pongamos bajo la cobertura de Dios y ver nuestro trabajo tal cual lo ve Él.

Veamos entonces algunos conceptos equivocados del trabajo:

  1. Para algunos el trabajo es una maldición. Sufren por ir a trabajar cada mañana, hablan mal de su trabajo y se quejan. Otros lo toman con un aire de resignación y creen que el mismo tiene que ver con la naturaleza caída del hombre. Esto es incorrecto, tal como lo aclara en Génesis 1:28, puesto que Dios le encomendó el trabajo de la mayordomía a Adán antes de la caída. El trabajo es algo que Dios quiere que disfrutemos. Y aún cuando implica esfuerzo, es una bendición del Señor: Eclesiastés 5:18-19. Dios quiere prosperarte, para que puedas beneficiarte del fruto de tu trabajo. Por lo tanto, el trabajo no es una maldición, sino que es un regalo. Deja a un lado la queja y comienza a trabajar con alegría cada día, siendo agradecido, hasta que el Señor te provea de un puesto mucho mejor.
  2. Otros consideran a su trabajo como algo mundano. En 1 Corintios 10:31 habla de que no existe para Dios una división entre lo santo y lo secular. Todo cristiano es llamado a servir a Dios tiempo completo. Si bien no todos seremos predicadores o pastores dentro de la iglesia, podemos servir al Señor tanto dentro de la iglesia como también en el trabajo, estudio y en nuestra propia familia. Aunque no lo notemos, tenemos la vestidura sacerdotal en nuestro espíritu para servir al Señor en todo lugar. Tu trabajo es también tu ministerio y Dios sin duda también quiere usarte allí.
  3. Hay quienes consideran al trabajo como un ídolo. Por otro lado, encontramos personas que tienen a su trabajo como lo más importante de sus vidas. Indudablemente, nuestra actividad es muy importante, pero no debemos ponerlo sobre la relación con Dios o la familia. Si así lo hiciéramos, estaríamos encontrando la realización personal, edificando el triunfo sobre las ruinas de mi propia casa. Nuestras responsabilidades no terminan cuando salimos del trabajo, sino que continúan dedicándole tiempo a nuestra familia. Inclusive, hay ocasiones donde el trabajo ocupa tan alto lugar en la vida, que ni hay tiempo para congregarse, orar o buscar a Dios y ni hablar de pasar tiempo con la esposa/o o los hijos. Martin Lutero decía: “Estoy tan ocupado que no puedo dejar de orar” No mires a tu trabajo como un ídolo, porque Dios es el único que tiene que ocupar el primer lugar en nuestro corazón.
  4. Otros consideran al trabajo como algo irrelevante. El otro extremo, es de quienes no le dan ninguna importancia al oficio. Son quienes no trabajan, no estudian y no hacen nada por progresar. En 3 Juan 1:2 vemos que Dios quiere que progreses en todas las áreas de la vida mientras progresa tu alma. La senda del justo es como la aurora (Proverbios 4:18), tu camino tiene que ser de crecimiento, de cosas nuevas, de entusiasmarte con tu mañana, ocupes la posición que ocupes, tengas el trabajo que tengas, Dios te llama a prosperar y a ser responsable con tu trabajo. No importa cuando venga el Señor a buscar a su iglesia, es tiempo de esforzarse y trabajar y beneficiarnos con el fruto de nuestras manos (1 Timoteo 5:8). Bendigamos a los nuestros aún en lo poco, hasta que Dios me de el trabajo excelente que tiene preparado para mí.
  5. Algunos consideran el trabajo solamente como una oportunidad para evangelizar. Ciertamente es uno de nuestros temas fundamentales, tal vez sea el más importante, pero no es lo único que tenemos que tener en mente. En Mateo 5:14-16 habla de que nuestras buenas obras glorifiquen al Padre. Hay dos maneras de alumbrar al mundo: la primera es a través de la Palabra hablada, la evangelización directa, donde las Escrituras arrancan el velo que ciega a los incrédulos. Y está la segunda manera de ser luz, que es a través de las obras. Mediante mi trabajo, voy a poder servir a otros. Donde estoy, Dios me puso para predicar pero también para bendecir a otros a través de mi trabajo.

 

Guarda tu corazón también en tu trabajo. Hoy por hoy el ambiente laboral también está envuelto por la queja, la murmuración, la competencia, la envidia y la seducción. Nunca olvides de tratar al sexo opuesto como si tu conyugue estuviera a tu lado. Cuando un creyente sincero es obediente al Señor en todo lugar, lejos de tener una actitud santulona y aburrida, refleja en su trato cordial y amable a Jesús; y con su conducta diferente, alumbra y deja huella en quienes lo rodean.

 

¿Qué piensa Dios acerca de tu trabajo?

Dios piensa que lo hacemos para Él. Trabajamos para Dios. No trabajas para tu jefe, sino para el Señor. En Efesios 6:5-8, el apóstol le estaba refiriendo su mensaje a esclavos, que en ese momento era lo más cercano a una relación de dependencia laboral. Todo lo que hagamos, que sea para el Señor, aún lo más imperceptible y pese a la actitud de nuestro jefe. Frente a una injusticia, defendámonos como lo hubiera hecho Cristo en mi lugar. ¿Para quién trabajas? A Cristo el Señor, servís.

Quizás tus autoridades humanas no se merezcan tu esfuerzo, pero Dios sí se merece lo mejor. Todo lo que hacemos, lo hacemos para Dios. Para Él no hay grandes tareas o pequeñas tareas, lo que valora es tu fidelidad en el lugar donde estás. En Mateo 25:21 vemos que a Dios no le sorprende nuestra tarea terrenal sino nuestra actitud.

 

Dios piensa que nuestro trabajo es una oportunidad para manifestar nuestros talentos y dones espirituales.

Hay una diferencia entre talento y don espiritual. El primero tiene que ver con algo que Dios nos ha dado, por el hecho de crearnos; es una capacidad innata (Santiago 1:17). El mundo está lleno de gente con mucho talento, el tema es que no están dispuestos a reconocer que esas capacidades especiales también provienen de Dios y por lo tanto no lo ponen a su servicio.

Por otro lado, los dones espirituales son el resultado de haber recibido al Espíritu Santo en nuestra vida. Inexorablemente es una consecuencia del nuevo nacimiento.

 

Tienes dones y talentos que Dios te ha dado. Es por eso que debemos poner todas nuestras capacidades recibidas al servicio del Señor para su gloria. La Palabra de Dios nos exhorta a hacer producir lo que hemos recibido. Es darle vida a esa vocación (la cual sería esa tarea que harías aún sin recibir nada a cambio) o llamado para la cual hemos nacido. Y aunque a veces nuestro trabajo no coincida con nuestra vocación, podemos disfrutar de él, para que nos sustente en lo que realmente nos gusta hacer, hasta que el Señor te provea de una fuente de recursos donde pongas al servicio de todos tus habilidades.

 

Y mientras tanto, no le des lugar a la amargura y a la queja sino más bien, dale lugar al agradecimiento y a la oración para que tu trabajo coincida con tu anhelo de desarrollar esa vocación y al mismo tiempo sea una fuente de ingresos.

Tenemos como ejemplo de esto, al apóstol Pablo quien no permitió que los integrantes de la iglesia en Corinto, lo sustentaran sino que eligió proveerse a sí mismo a través de su oficio como fabricante de tiendas. Esta actividad le permitió tener los recursos necesarios para llevar su ministerio adelante y hacer campañas evangelísticas, levantar nuevos obreros y demás. Ese trabajo le ayudaba a financiar su ministerio, su llamado.

 

Tu trabajo es una gran oportunidad para servir al prójimo. Tal como le ocurrió a Pedro, que en un momento, sus proyectos y sus metas cambiaron por completo. Pasó de ser un simple pescador a ser uno de los más grandes evangelistas de la historia. Aprovecha tu trabajo para bendecir a otros, disfruta del lugar donde Dios te puso. Sirve al Señor tanto en el desarrollo de tu vocación como en esa fuente de recursos que te sustenta para también llegar a tus metas. No maldigas tu trabajo ni le des un lugar más alto del que se merece, porque solo Dios es quien tiene que ocupar el primer lugar en tu corazón. No descuides a tu familia por el trabajo ni desvalorices tu fuente de recursos. Agradece en todo tiempo y en toda circunstancia que te toque vivir porque si lo haces para Dios, entonces todo te traerá bendición!

Preguntas de reflexión:

  1. ¿Estás trabajando actualmente?
  2. Si la pregunta anterior es negativa, ¿estás orando, creyendo y saliendo también a la calle a buscar tu fuente de ingreso?
  3. Si la pregunta Nº1 es positiva, ¿estás feliz del trabajo que tienes? ¿Para quién estás trabajando?
  4. Desde que dejaste que Jesús sea tu Señor y Salvador, ¿han cambiado tus metas?
  5. ¿Estás poniendo tus habilidades y dones al servicio de Dios? ¿O lo haces para ti mismo?